jueves, 13 de junio de 2019


Morir por nada

Cuando era pequeña me encantaba ver documentales de naturaleza, sobre todo de animales. Siempre me han parecido fascinantes y hermosos, no podía decidirme por un favorito.

También recuerdo que cuando empecé a comprender que algunos de esos animales mataban a otros para comer, tuve una crisis. Si mataban, ya no me podían parecer maravillosos, ¡pero me lo parecían! Y amaba a las gacelas y a los tigres, a los lobos y a los corderos, a las focas y a las orcas… ¿Cómo podía encajar esta realidad en mi cabecita inocente? Pasó tiempo, y de repente entendí que así era la vida: los leones tienen que comer gacelas, no tienen elección, es una cuestión de supervivencia. Así que estaba bien. Podía querer a los leones, a las hienas, a las águilas, porque no eran asesinos, eran leones, hienas y águilas, y la muerte de alguien era la vida de otro. Esto tenía sentido, equilibraba las cosas y hacía que, tanto la vida como la muerte, fueran muy valiosas.

Pasa más tiempo, y tal día como el lunes me encuentro un vídeo en el que dos pescadores mutilan a un tiburón para cagarse de risa ¿Cómo resumo yo esa noticia? Dos imbéciles ignorantes, que no merecen ni estar consumiendo los recursos de nuestro planeta, torturan y matan a un animal magnífico POR NADA. Es un ejemplo perfecto en que una muerte no ha valido para nada (no ha servido a la supervivencia de nadie), y desde luego esas vidas tampoco valen para nada, ya me diréis qué pueden aportar dos personas así. Dejo el enlace para el que quiera verlo, pero ya os digo que es desagradable:


Los rinocerontes que mueren porque alguien cree que su cuerno les facilitará una erección, las focas masacradas para que alguien se sienta súper “cool” con un abrigo, los pollos degollados en ceremonias para que un dios imaginario le haga un favor a un idiota, los alacranes congelados en resina para que un mocoso de 9 años lo tenga en la estantería de su cuarto, y un etcétera más largo que la Gran Muralla, son algunas de las cosas que más dolor me producen. Y son actos tan metidos en nuestras sociedades que hacen que te miren como a un marciano cuando sufres.

Me encantaría pensar que podemos evolucionar, en los días buenos así lo creo, pero en los días malos lo veo tan lejos... No valoramos la vida, ni la nuestra (os recuerdo que hay países en los que te meten dos tiros para quitarte unos pendientes), ni la de los animales que equilibran el planeta, ni la de las plantas que nos dieron la vida a todos.

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