Al poco de empezar a trabajar en mi actual empresa me fijé en un coche que de vez en cuando estaba aparcado por donde yo pasaba. Me llamó la atención porque estaba personalizado, cada día que lo veía me fijaba en un detalle. Lo primero que me llamó la atención fue el nombre, un precioso “Laura” de plata sobre la pintura cobriza del coche. Se veía que no estaba hecho con las típicas letras que puedes comprar por ahí: Esto estaba pintado a mano, del nombre salían una cinta de plata y otra negra y en cada lado del coche era diferente. También vi que tenía quitasoles laterales con la foto de una chica que me pareció muy guapa. El último detalle que vi es que su nombre era un acróstico, pero nunca me detuve a leer el poema del que salía.
Y me monté mi historia. Pensé que Laura debía tener un novio loco por ella, un novio chapista que en vez de tunearse cualquier chorrada en su coche, había invertido horas en llenar el coche de su novia con pruebas de amor y dulzura. La historia me pareció tierna, romaticona y propia de estos tiempos raros en que te piden salir por sms y se discute por tuenti.
Cada vez que veía el coche me fijaba a ver si la veía, porque tenerlo siempre absolutamente impoluto era, dentro de mi historia, una prueba de cuánto valoraba ella las horas de atención que su novio le había dedicado a golpe de pintura, y se le tenía que notar en la cara “sí, soy la Laura que ha provocado esta locura”. Pero las veces que lo he visto ocupado ha sido por una mujer más o menos de mi edad.
Hoy he paseado por el parque de La Vega, por donde suele estar el coche, y allí estaba aparcado, perfectamente limpio incluso un día de lluvia, y me he acercado para fotografiarlo y enseñarle a Sergio el coche del que tantas veces he hablado: El poema sólo tenía tristeza, algo no encajaba con mi historia, y en el otro lado del coche he encontrado pintada la dirección de una web que me ha dado muy mala espina www.lauranuestroangel.com
He vuelto a casa a toda prisa y he leído su historia, toda mi absurda fantasía se me ha venido encima como una tonelada de ladrillos, toda la ñoñería se me ha vuelto dolor y lágrimas ardientes en los ojos. No me la quito de la cabeza, ¿Cómo ha podido volverse mi historia de amor en una de enfermedad y sufrimiento?
Aún no sé qué pensar del coche, ¿Quién lo ha mandado pintar con dolor? ¿Qué propósito tiene? Y mientras tanto veo en mi mente la foto de una chica de 15 años que ya no está, y desearía que mi fantasía hubiera tenido una oportunidad de cumplirse.
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