Últimamente estoy rodeada de gente triste, yo misma lo estoy.
Empecé a trabajar joven si lo comparo con lo que es normal ahora; recuerdo que al principio cualquier cosa era una celebración: Cuando me pusieron la máquina de escribir más grande de la oficina, con cuatro tipos de letra y pantalla de 3 líneas (creo); cuando me trajeron el ordenador y éramos tres personas con uno de esos en toda la oficina; una máquina de encuadernar mejor, una fotocopiadora más moderna; luego la de color… Recuerdo que era fácil dejarse las pestañas trabajando porque veías de forma casi instantánea el premio a tu esfuerzo. Podías ganarte la confianza de compañeros y jefes si demostrabas que eras de fiar; te hacías cargo de la caja porque veían que eras honrada, o te ofrecían trabajo allí donde se trasladaban porque habían visto que trabajabas duro. Era la época dorada, en que avanzabas a medida que te esforzabas.
Ese esfuerzo fue en aumento, y después de conseguir una gran habilidad en lo básico busqué lo siguiente: idiomas, protocolo, software, maquetación, sistemas de archivo, asertividad… todo es poco si puedes hacer tu trabajo más útil, cómodo o fácil. Pero no sabía que eso podía ser un problema. ¿Qué está ocurriendo ahora? Pues que si gracias a la experiencia puedo, por poner un ejemplo absurdo, encuadernar un informe en 20 segundos en vez de en un minuto que sería lo normal, puedo ofrecer un servicio mejor por más rápido. ¿Pero por qué no es ese el resultado? Porque esos ubicuos listillos analistas han pensado ¡anda, pues entonces que encuaderne 3 informes en un minuto!
Este ejemplo tonto es lo que creo que resume por qué la gente está triste. La mayor parte de los que me rodea se ha esforzado por mejorar, y gracias a eso han ido consiguiendo mejores horarios, salarios, puestos o lugares donde trabajar dentro de la empresa. Ese premio al esfuerzo o al trabajo bien hecho ahora lo llaman privilegio y pretenden que te sientas culpable por tenerlo, deseoso por deshacerte de él, y dedicarte a trabajar a destajo, agradecido de tener un trabajo que hacer.
¿Y por qué? No es tan complicado. Cuando las cosas no funcionan del todo bien en una empresa, hay que hacer cambios; no hay manuales de cambios válidos para cualquier empresa, es un trabajo arduo y único en cada una de ellas, de manera que los gestores, directores o lo que sea, se enfrentan a una tarea que los sobrepasa. Ellos tampoco están preparados para el cambio, no están seguros de que funcionará, no saben compartirlo con los empleados, así que la mejor manera es hacer que los de abajo se sientan culpables. Culpables de lo que han ido ganando, culpables de que sus privilegios hayan podido arruinar la empresa, culpables de que hayan despedido a otro en su lugar, culpables de insolidaridad “con la que está cayendo” (es que me asquea esa frase ya). Eres lo peor por quejarte de que ya no tienes tiempo ni de levantar la vista del ordenador “relaciónate fuera, aquí se viene a trabajar”; y anda que molestarte por no tener luz natural en tu puesto de trabajo, “ni que vinieras a ponerte moreno, aquí se viene a trabajar”, o andar mustio porque ya da igual si lo haces mejor o simplemente lo haces “¿hay que darte besitos por hacer tu trabajo? Aquí se viene llorado… y a trabajar”.
Por mi parte haré mi trabajo lo mejor posible, siempre lo he hecho, y ni en las peores circunstancias he dejado de esforzarme, es lo que hace que pueda dormir con la conciencia tranquila. Entenderé que los de arriba han gestionado el cambio como buenamente han podido para intentar salvarnos el culo a cuantos más mejor. Quiero pensar que todo el daño moral que están ocasionando es por un bien común. Eso sí, exijo que se me trate como a un adulto, que se comparta conmigo la verdad de la situación de la empresa que estoy ayudando a funcionar, y que no se me ponga delante ninguna cortina de humo de culpabilidad o buen rollo para despistar. Si esto se va a la mierda, que no intenten que piense que es por mi culpa, por tener café gratis o tomarme 15 minutos de descanso.
Y lo peor es que este razonamiento se puede extender más allá, a nivel nacional. También tenemos que sentirnos culpables del bienestar que con tanto esfuerzo habíamos conseguido y pagado, y finalmente somos los ciudadanos los culpables de la situación que vive nuestro país por querer la sanidad que hemos pagado, la educación que hemos pagado, etc.
Pensadlo, porque nos están faltando al respeto y se lo estamos permitiendo.
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