martes, 18 de agosto de 2009

Mi verano


En general me gusta todo el verano, pero dentro de eso me siento especialmente bien cuando hace más calor. Este verano sí ha sido de verdad, el clásico madrileño de no poder estar por la calle a las cinco de la tarde, de haber más silencio en la sobremesa que por la noche, el de 35 grados y sin clemencia.

La verdad es que no sé explicar por qué me gusta el calor, pero sí puedo describir cómo me siento. Cuando suena el despertador por la mañana y miro el cielo azul totalmente despejado, me siento como si me hubiera tocado un premio. Me quedo unos minutos en la cama mientras me vuelve la temperatura (me despierto con frío y arropada, en serio), el aire huele templado, calmado, sé que puedo ir hasta el baño sin ponerme una bata a toda prisa, puedo ducharme sin tiritar al salir, puedo ponerme un simple vestido, sin medias, sin camiseta, sin calcetines, y salir a la calle sin parecer una cebolla. Cuando salgo del trabajo al calor de las tres de la tarde, voy a casa, me preparo la mesa en la terraza, y como mientras disfruto de la intensidad de colores que me proporciona el sol de verano. Hago cosas por casa, o voy a comprar o lo que sea. El día dura casi hasta las diez de la noche, el sol está conmigo todas esas horas, y eso me hace feliz sin que sepa exactamente por qué. Me paso la mayor parte del día sonriendo, sólo porque noto el calor en mi piel. Es algo muy especial.

Por eso no quiero irme de vacaciones en agosto ¿Y perderme Madrid desierto? ¿Perderme mi momento de mayor disfrute? Es algo que no se elige, como cualquier otro gusto, ¿o es que alguien decidió que le guste más el azul que el naranja? Te gusta y punto. Y por eso también entiendo que mi gusto por el verano madrileño sea algo que disfruto en soledad, aún no he encontrado a nadie que le guste así, y no le puedo pedir a nadie que se “esfuerce” ¿no? Pero no está mal, no me molesta disfrutarlo sola. Julio y agosto son mis meses mágicos, sólo míos, como un secreto dulce, un periodo corto que, en particular este año, estoy paladeando como nunca.

Pasado agosto tengo que hacer un esfuerzo increíble en mentalizarme para el frío, porque aunque nadie se lo crea del todo, yo paso frío de octubre a mayo sin que hasta ahora haya encontrado la manera de quitármelo. Me concentraré en que es necesario que el invierno sea lo más invierno posible, para que el próximo verano vuelva a ser uno de verdad, de los míos. Y así renaceré el 1 de julio, para beberme las catorce horas diarias de sol, de color y de calor.

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