miércoles, 26 de agosto de 2009

Como el Día y la Noche


Antes no, pero ahora me considero una criatura diurna, el sol me da una energía y una alegría como no me da ninguna otra cosa. La bebo por los ojos, por la piel, e incluso la puedo respirar en el olor del verano. Cuando me despierto y veo el disco rojo en el horizonte, tengo la sensación de que nada malo puede estar pasando en ninguna parte, y sé que puedo empezar mi día desde cero. Ahora mi mañana empieza con calma, despertando poco a poco mis sentidos, bebiendo a sorbitos el amanecer, abandonando despacio el mundo de los sueños y entrando a pasitos en la vigilia. La mañana es un momento ligero, aún no ha pasado nada, el día está vacío y se nota esa ausencia de peso especialmente cuando sales de la ducha, donde se han escurrido por tu espalda los rescoldos del último sueño. Cuando sales de casa con la piel suave, el pelo fresco y la ropa planchada, estás lleno de energía y optimismo.

Luego el día de trabajo me llena la cabeza de cosas: obligaciones, tareas pendientes y realizadas, momentos de actividad intensa y de relax con los compañeros, planes, novedades, éxitos y fracasos. Al final de la jornada apunto los asuntos pendientes en una lista, y lo dejo todo allí hasta el día siguiente, no me llevo nada a casa. Luego lleno la tarde de cosas mías, mías con mi chico, mías con mis amigas, mías con mi casa, mías a secas… Y así me sorprende el atardecer, con el día lleno de cosas que hay que vaciar. Es como cuando haces un caldo, que una vez que lo tienes, puedes tirar los ingredientes porque ya han dejado su sustancia, y lo que queda es algo vacío. El atardecer es otro de los momentos gloriosos del día, el sol se pasa la última hora jugando a esconderse entre nubes y montañas, llenado todo el cielo con mezclas imposibles de colores.

Me gusta dejar que la casa se vaya llenando de noche, tiene un efecto sedante ver cómo cambia el aspecto de todo, parece que se van durmiendo los muebles y las plantas, y que se despiertan los contornos y las sombras. A veces yo misma soy una sombra, y deambulo por la casa como un fantasma intranquilo, con la única luz de las farolas del parque, y alguna vela.

Cuando llega la noche siento que llega la hora de la inspiración; parece que con la oscuridad se atrevieran a salir las musas, y la creatividad fluye de mi cabeza con asombrosa facilidad. Pero hay que dormir, el trabajo diurno es un dictador que marca los horarios con absoluta intransigencia, así que tengo que ir a la cama para estar fresca. Me da pena, porque no creo que la noche sea simplemente una transición hasta el día siguiente, creo que cuando cae la noche empieza otra cosa, otra vida completa con sus propios sucesos y criaturas. Por eso a veces me da miedo lo que pasa por la noche, me parece que tiene otra intensidad cualquier cosa que ocurre durante esas horas, todo es más grave, peligroso, ruidoso, sospechoso… A veces siento la noche como un monstruo grande que puede tragarme, que me atrae y me asusta al mismo tiempo, y del que me protejo debajo de mis sábanas tibias y seguras. Hubo un tiempo en que creí que mi hora natural era la noche. Pero es algo que nunca sabré, no me atreví a comprobarlo y ahora sólo la veo de paso, mientras me alejo hacia el mundo de los sueños con la nostalgia de lo que hubiera podido ser.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He oído que la noche
es toda magia
y que un duende te invita a soñar
y sé que últimamente
apenas he parado,
y tengo la impresión de divagar

Amanece tan pronto
y yo estoy tan solo
y no me arrepiento de lo de ayer.

Sí, las estrellas te iluminan
y te sirven de guía
te sientes tan fuerte
que piensas
que nadie te puede tocar

Las distancias se hacen cortas
pasan rápidas las horas
y este cuarto no para de menguar
y tantas cosas por decir
tanta charla por aquí
si fuera posible escapar de este lugar

Amanece tan pronto
y no me arrepiento de lo de ayer.

Sí, las estrellas te iluminan
y te sirven de guía
te sientes tan fuerte
que piensas
que nadie te puede tocar
amanece tan pronto..

Héroes del Silencio.

Love u