Dijo Heráclito que lo único constante es el cambio, que me parece una verdad absoluta, pero también es cierto que hay cambios, y cambios. El de casa me parece uno de los más grandes.
Cuando cambias de casa, haces limpieza de todo: unas cosas se pierden en la mudanza, otras descubres que ya no te hacen falta, y algunas las quieres descartar de tu nueva vida.
Yo acabo de hacer mudanza, y como me gustan tanto los cambios, estoy disfrutando mucho de cada momento. Me falta el ropero, así que la mitad de mi ropa y zapatos están en maletas y bolsas; me faltan electrodomésticos, sillas, estanterías y cortinas. Da igual, ni lo noto, estoy tan contenta con haber dado un paso hacia delante, que no veo los inconvenientes, sé que los principios siempre son desbaratados. Me siento tan feliz con mi nueva casa, que paladeo cada momento que paso en ella: me gusta el olor a nuevo de la madera, el sonido de la noche cuando me acuesto, el color del amanecer desde mi cama.
Dentro de poco ya no estaré sola. Otro cambio, El Cambio, y lo estoy deseando. Una vez que tengo lo básico, me apetece ir amueblando mi casa y mi vida despacio, disfrutándolo, compartiéndolo, encontrando desencuentros, llenando vacíos. Viviendo.
Aún no tengo organizado nada, ni el espacio, ni mi tiempo, y eso siempre te da la oportunidad de hacer esa limpieza, tirar las costumbres que no te aportan nada, y comenzar con hábitos diferentes, ya que tienes esa excusa perfecta. Volveré a cocinar, a leer, a escuchar mis viejos discos y, quizá en unos meses, un perrillo. Ahora vivo cerca de donde trabajo y tengo tiempo para mí, para mis proyectos, tiempo para quedar con amigos, para hacer ejercicio, tiempo para perderlo si quiero. Y eso para mi es como estar de vacaciones.
De hecho, este año no he pedido días libres para irme de vacaciones, quizá me apetezca más adelante, porque ahora lo único que quiero es irme a casa.
Cuando cambias de casa, haces limpieza de todo: unas cosas se pierden en la mudanza, otras descubres que ya no te hacen falta, y algunas las quieres descartar de tu nueva vida.
Yo acabo de hacer mudanza, y como me gustan tanto los cambios, estoy disfrutando mucho de cada momento. Me falta el ropero, así que la mitad de mi ropa y zapatos están en maletas y bolsas; me faltan electrodomésticos, sillas, estanterías y cortinas. Da igual, ni lo noto, estoy tan contenta con haber dado un paso hacia delante, que no veo los inconvenientes, sé que los principios siempre son desbaratados. Me siento tan feliz con mi nueva casa, que paladeo cada momento que paso en ella: me gusta el olor a nuevo de la madera, el sonido de la noche cuando me acuesto, el color del amanecer desde mi cama.
Dentro de poco ya no estaré sola. Otro cambio, El Cambio, y lo estoy deseando. Una vez que tengo lo básico, me apetece ir amueblando mi casa y mi vida despacio, disfrutándolo, compartiéndolo, encontrando desencuentros, llenando vacíos. Viviendo.
Aún no tengo organizado nada, ni el espacio, ni mi tiempo, y eso siempre te da la oportunidad de hacer esa limpieza, tirar las costumbres que no te aportan nada, y comenzar con hábitos diferentes, ya que tienes esa excusa perfecta. Volveré a cocinar, a leer, a escuchar mis viejos discos y, quizá en unos meses, un perrillo. Ahora vivo cerca de donde trabajo y tengo tiempo para mí, para mis proyectos, tiempo para quedar con amigos, para hacer ejercicio, tiempo para perderlo si quiero. Y eso para mi es como estar de vacaciones.
De hecho, este año no he pedido días libres para irme de vacaciones, quizá me apetezca más adelante, porque ahora lo único que quiero es irme a casa.
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