martes, 10 de junio de 2008

El País de Nunca Jamás


Los que me conocen bien saben que me suelen molestar las huelgas por encima de todas las cosas. Me hacen sentir secuestrada por una causa para la que nadie me ha pedido opinión. Soy un títere, sirvo para presionar a los poderosos; no soy una persona, sino una herramienta.

Pero la huelga de transportistas y pescadores no me ha sentado igual. A lo mejor es porque no suelen quejarse, porque su trabajo me parece más sacrificado que el de, por poner un ejemplo cualquiera, los funcionarios del Ministerio de Justicia, o porque apenas ven a sus familias, y porque tanto trabajan, tanto tienen.

Las peticiones de estos trabajadores sí me parecen justas, porque están hechas desde la desesperación, y porque éstos compañeros sí están perdiendo dinero con los paros: un buen número de camioneros son autónomos, y en estos días han perdido cargas y la confianza de quienes les contrataban, así que me da que no se manifiestan porque toca, sino porque es esto o la ruina.

Las protestas me tienen con ojeras, tengo que madrugar aún más, para llegar a mi trabajo a la hora, contando con el atascazo de la huelga. Y pese a que si llegan a un acuerdo, a mi nadie me va a rebajar el combustible, ni la comida, ni la hipoteca, ni nada, sí me alegraré por ellos, por haber tenido el valor de paralizar un país por denunciar un abuso. Y más radical tenía que ser, que se diera cuenta nuestro gobierno, todos los gobiernos europeos, qué es lo que pasa por bailarle el agua a los productores de petróleo: son los dueños del mundo, nos tienen pillados por el cuello. Nos está bien empleado, sólo reaccionamos a golpes. ¿Cuánto hace que se ha probado que hay motores eficientes con otros combustibles? ¿Una década? Pues eso, a ver si empiezan los gobernantes a bailarle el agua a quien deben: a los trabajadores, los que pagamos los impuestos, los que mantenemos el país, los que somos mayoría.

Hoy, con el madrugón y el atascazo en el cuerpo, estoy contenta, feliz de ver que este País de Nunca Jamás, en el que nunca jamás pasa nada por mucho que nos metan el dedo en el ojo, ha pasado algo: Un grupo ha dicho hasta aquí hemos llegado.

Estoy con vosotros, con los pacíficos, los fuertes.

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