martes, 12 de febrero de 2008

¡A la cárcel!

Llevo tiempo dándole vueltas a la cabeza a las “injusticias en la justicia”, aunque suene incongruente.

Lo primero que me llamó la atención hace años fue ver cómo los chavales que se negaban a hacer el servicio militar o su servicio social sustitutorio iban derechitos a la cárcel, y cómo los atracadores de viejas reincidentes, si no les robaban más de x pesetas y no usaban más que el tirón, se iban a casita con una reprimenda. Recuerdo que en mi revuelta adolescencia, aquello me hizo hervir la sangre: primero se obligaba a los chicos, por ser chicos, a perder un año (en el mejor de los casos) de sus vidas, haciendo algo que ellos no habían pedido hacer. Así que se les discriminaba claramente por su sexo, y si se les ocurría negarse a tal injusticia... ¡A la cárcel! Llegué a pensar que los que habían redactado la Constitución debían estar todos muertos, porque si no habrían dicho algo al respecto de este pisoteo del artículo 14.

Empecé a darme cuenta de que las cosas no iban a ser como me habían enseñado. En el pasar de los años he aprendido que la ley se ceba no con el que la hace más gorda, sino con el que está más indefenso.

Por ejemplo, ahora estamos con el problema de que es un delito de lo más despreciable bajarse música o películas. Yo me he pasado la vida pidiéndole los discos a mis amigos “pudientes” para grabarlos en cinta, y me juego el cuello y no lo pierdo, a que Ramoncín tiene una colección de cintas en su casa de mucho cuidado. Pero por entonces no eras la peor criatura de la creación.

Pero vale, pagamos un canon, esa subidita extra en cada aparato que va a pilas, o sirve para oír, ver, pensar, grabar, pintar, soñar, escribir, señalar, criticar, o almacenar música y películas, y ya está ¿no? Como pagas la multa por anticipado, tendrás que compensarlo cometiendo el delito ¿verdad? Pues no, tienes que pagar la multa aunque no hayas hecho nada y punto pelota. Fíjate, sólo en mi casa ganan una pasta, porque mis pobres padres no saben ni lo que significa el término “bajarse música”, pero han pagado como benditos cuando han comprado los aparatos del delito. Y eso de que el canon es para asegurar las pensiones de los artistas ya es lo que me falta, estar pagando la de los demás y la mía cada mes.

Según he leído, en Francia primero, y en Reino Unido después se va a perseguir a los que se descarguen archivos hasta dejarles sin conexión a la red, se va a hacer una lista negra con sus nombres, y van a rularla por ahí entre las empresas proveedoras de Internet. Tu nombre, tus apellidos, tu dirección, tu teléfono, todo, va a estar dando vueltas por ahí como si realmente fueras un secuaz de la mafia. Pero qué digo, si fueras de la mafia, no tendrían valor de tratarte así porque darías miedo; si fueras un violador o un pederasta tampoco, porque habría alguna asociación humanitaria que diría que estás enfermo y que deben proteger tus datos para que los demás no te traten mal; si fueras Pinochet estarías encerrado en una jaula de oro con servicio doméstico y todo, y tendrías abogados buenísimos que no permitirían ese “acoso” a tu libertad individual.

Pero como Sonia no es ni el mono del circo, tienen que venir a quitarme la conexión a Internet porque me bajo canciones que, con la cantidad de aparatos que tengo en casa, y gracias al canon, he pagado ya con creces para tres vidas.

Estoy cansada, harta, parece que nadie se ha parado a pensar en esta majadería. No pueden unos cuantos pretender vivir en el paraíso a costa del resto, sobre todo cuando los demás ya hemos visto el truco. Habrá que llegar a un punto medio, a un acuerdo en que la mayoría no nos sintamos abusados y acosados. Todos los internautas sinvergüenzas bajadores ilegales de archivos a la cárcel, mientras los atracadores siguen apalizando joyeros y familias en sus casas. Claro, como esos no se bajan música, ¿quién puede saber sus nombres?

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