miércoles, 4 de julio de 2007

Gris


Hay días en que la comida no tiene apenas sabor, los colores se distinguen a duras penas y tanto las buenas como las malas noticias tienen todas la misma importancia: ninguna.

Normalmente hay algún desencadenante de esa forma de sentir, pero no siempre. Hay veces que, simplemente, amaneces así. Y te vistes como siempre, pero sin ganas, y te maquillas pero no lo parece, y todo el mundo te pregunta qué te pasa, pese a que crees estar poniendo cara de “no me pasa nada”.

Los días así son como las visitas pesadas, sabes que se terminará marchando, pero no sabes cuándo ni cómo echarla educadamente. Son un rollo porque no hay nada más triste que hacer cualquier cosa sin ganas, y esos días lo haces todo así, porque sí. La gente que te quiere se deja la piel intentando animarte, y no sirve de nada explicarles que no se puede más que esperar a que pase, porque ellos siguen esforzándose y tú sufriendo. Al final no te queda otra que fingir que lo han conseguido para poder estar con tu pena gris hasta que ella quiera irse.

Hay días sin pasión, sin alegrías ni disgustos. Son días perdidos.

No hay comentarios: