miércoles, 13 de junio de 2007

Las "Bagers"


Habitualmente echo pestes de cómo se viaja en transporte público, a veces incluso me da ansiedad los domingos cuando pienso en la línea 10 de metro a las 8:15. Es sofocante, no te puedes mover, no tienes espacio para abrir un libro y leer, qué digo, no tienes espacio para rascarte el brazo.

Pero luego lo pienso y en realidad no todo es malo. Como no puedes leer, ni sentarte, ni dormirte, no te queda más remedio que mirar al frente, y como el viaje es largo, para no aburrirte terminas por observar y hacer incluso pequeños estudios sociológicos.

Me ha alegrado observar que el público de la línea 10 es de lo más variado, así da más juego y ves más cosas. Pero de entre toda esa variedad he llegado a descubrir un grupo muy pero que muy numeroso. Son lo que yo llamo las “baggers”. Las "baggers" son mujeres de entre 23 y 40 años: altas, flacas, teñidas, maquilladas, gorditas, de pelo largo, bajitas, con bisutería, con flequillo, perlo corto o joyas. Es decir, que no se parecen en nada, se visten de mil formas distintas y sus caracteres tampoco tienen nada en común aparentemente.

Pero hay una cosa que las marca... como a una familia... la bolsita con la comida.

La inmensa mayoría de mujeres llevamos bolso pero este grupo, además, lleva su bolsa. Estas bolsas padecen modas y cambios todas a una: estuvo la temporada de bolsas de plástico rígido con motivos de piel de leopardo, luego vinieron las bolsas blancas con el logo de “RENFE” en morado, y después la moda “Harrods”, que es la que más está durando. Son todas de dimensiones similares, y en ninguna se llega a ver jamás que lleva comida porque todas las "baggers" son expertas en camuflaje: le ponen encima un libro, un pañuelo o cualquier cosa que dé la sensación perfectamente creíble de que llevan la bolsa porque lo que transportan no les cabe en el bolso. Pero llevan la comida.

Las "baggers" son mujeres trabajadoras, muy trabajadoras, de las que hacen más horas que un reloj por poco más de 800 €; son mujeres que saben perfectamente lo mal que queda que se sepa que llevan la comida al trabajo y de ahí el camuflaje; no quieren que nadie sepa que no las llega para comer fuera, son mujeres que disimulan su maltrecha economía comprándose de vez en cuando algo caro: un reloj “Dolce & Gabana”, un bolso “Loewe” o unas gafas “Prada”.

Y me da penita pensar en esa tensión: cobras un sueldo penoso, así que tienes que perder el tiempo en prepararte comida para llevar, tienes que padecer la molestia de llevártela al trabajo, comerla recalentada, y encima preocuparte de que los demás no lo sepan porque “queda cutre”.

Pues no, no escondáis vuestra comida, no os avergonceis de ganar poco, sed capaces de sentiros orgullosas de saber salir adelante aun contra los elementos.

Tengo dos bolsitas de Harrods, una verde y otra negra, y hoy me he traído a la oficina judías verdes y filete de pollo. Y estaba buenísimo.


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