jueves, 29 de junio de 2006

Donde dije digo... hago Diego


Recientemente se han cumplido 25 años de la Ley de divorcio. No sabía que hubiera pasado tanto tiempo desde aquel lío monumental que se formó. Recuerdo a los curas y los católicos más integristas hablando del apocalipsis de la familia, de cómo nuestro mundo, tal y como lo conocíamos, iba a desaparecer. Por culpa del divorcio, la gente se iba a casar por diversión, los hermanos tendrían apellidos diferentes porque sus padres iban a casarse y descasarse como el que cambia de calcetines... Un panorama realmente desolador.

Recuerdo que pensé en aquel momento lo mismo que hace un año con el matrimonio entre personas del mismo sexo, y es que los derechos son para hacer uso de ellos, no son obligaciones, y si eres una persona religiosa, y tu religión no te permite divorciarte, pues no te divorcias y punto. Ese derecho no amenaza en nada a tu vida porque nadie te va a obligar a hacer nada que vaya en contra de tu religión.

Pero ahí viene lo que me daría risa, si no fuera tan dramático, y es que luego ves a ilustres católicos, como mi amigo el de la foto, que después de haber despotricado y augurado el fin del mundo, socialmente hablando, va y se divorcia él mismo en al menos dos ocasiones (que yo sepa). Hay que tenerlos cuadrados, joder. Mucho me escandalizo y monto la de Dios, y luego me aprovecho de las ventajas y avances que otros me han conseguido muy a mi pesar.

Es la historia de siempre con esta gentecilla, hablan, critican y emponzoñan, y luego son más falsos que los Euros de madera. Lo que realmente me jode, es que parece que nadie se da cuenta de sus mentiras y contradicciones más que yo, y si lo sacas a relucir, ya eres malo. No los aguanto. Me da igual si la gente es de derechas, de izquierdas, de nada o de todo, respetaré a cualquier persona que, por lo menos, sea consecuente con sus ideas. Y si te dedicas a la política, te guste o no, debes de tener oblilgatoriamente un "plus de ejemplaridad".

Y si no te gusta, te dedicas a otra cosa.