viernes, 31 de diciembre de 2004

Mora

Último día de un año raro. Aún es dificil saberlo con seguridad, pero creo que recordaré el 2004 como el año en el que me dijeron que mi perrilla se moría.

Es curioso cómo funcionan estas cosas, en abril me dijeron que no aguantaría más de dos meses, estamos terminando diciembre y Morita está ahí como una campeona. Debería sentirme feliz, estoy disfrutando de ella mucho más tiempo del que le corresponde, pero no lo estoy. Sé que cada nuevo día puede ser ese en el que tenga que tomar una decisión amarga, para la que no sé si estoy preparada. También sé que no la voy a dejar en manos de nadie, estaré con ella hasta el final. A veces ese pensamiento me angustia mucho y me corta la respiración, ¿en qué momento empiezas a querer así a un animalito? Es muy peligroso tener un perro, se entregan tanto que te roban todo el cariño, prefieres ponerte malo tú mismo a verlos con el más mínimo achaque. Y encima es un cáncer, pobrecita mi niña guapa y alegre.

Hay días que la veo tan contenta que se me olvida totalmente su enfermedad, me trae juguetes y salta todo lo que puede con ese culete gordo que se la ha puesto. En esos días me siento yo también como una niña. Me encanta jugar con ella, me tiraría horas. O cuando está mimosa y me pide que la rasque el cuello o que la acaricie, me comería a besos ese morrete peludo. No es como tener hijos, no es como un hermano, es diferente a todo. Te dan el cariño más sincero y entregado, y tú haces lo mismo sin darte cuenta.

Llegará conmigo al 2005, quizá a mi cumpleaños, no lo sé, pero estoy agradecida por cada minuto que puedo pasar a su lado.

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