miércoles, 5 de enero de 2005

Noche de Reyes

Hoy vienen los Reyes Magos, y dejan regalos a los que se han portado bien. Es una fiesta curiosa en la que me he visto involucrada desde los 21 años, más o menos.

Nunca he creido en los Reyes Magos ni en Santa Klaus, siempre he recibido los regalos en Nochevieja y siempre he sabido que eran los padres. Alguna gente poco sensible y/o educada no ha podido callarse aquello de que no he sentido esa ilusión, pero se equivocan, habría que haber estado dentro de mi cuerpecito para darse cuenta de que he sentido lo mismo que el resto de niños. Tampoco he podido dormir el día 30, apenas comía durante todo el 31, y me levantaba el día 1 casi al amanecer para abrir mi montón de regalos. En mi caso valoro positivamente no haber estado engañada. Desde mi punto de vista, tiene mucho valor que unos simples mortales estén al tanto de tus deseos, que encuentren lo que te gusta y sepan esconderlo hasta el día señalado. Se supone que para unos tíos que son magos, todo eso es como rascarse un pie. Entonces tampoco tiene tanto mérito saber si me he portado bien o mal, el mérito será para mis pobres padres, que lo saben porque lo han padecido. Y qué decir de los regalos ¡coño, pero si les dices lo que quieres en una carta! Tu padres en cambio tienen que estar muy, muy atentos, porque no todos los críos les dejan ver la carta para los Reyes ¿verdad?

Todo esto es parte de lo que yo considero un problema generalizado, darle más valor al que lo tiene más fácil, y minimizar siempre lo terrenal. Personalmente considero que tienen poco mérito tanto Santa como los Reyes: son mágicos, omniscientes, tienen pajes o elfos a su servicio y encima se lo curran una noche al año. Pues vaya plan. O sea, que como los padres no tienen magia, no vale su esfuerzo ¿no? Pues para mi vale más que el oro.

Desgraciadamente, si algún día tengo un hijo, su educación a este respecto no dependerá sólo de mí, y como el bicho raro soy yo, tendré que claudicar, engañar a mi hijo con una historia que no se sujeta ni con esparadrapo, para luego pegarle el palo el día que descubra la verdad. Es de lo más cruel, pero a ver, es lo que manda la mayoría, lo que piden los centros comerciales, lo políticamente correcto. ¿No sería mejor decir SIEMPRE la verdad? Más o menos así: "Verás hijo, las personas nos hacemos regalos en estas fechas por dos razones. Una, porque es una chulada tener una excusa para recibir un regalo. Y dos, porque así conmemoramos la fecha en que se supone que se rindió homenaje a Jesús de Nazaret". Y ya está, el crío seguiría sintiendo las mariposas en la boca del estómago cada día 5 de enero (¿no las sentís vosotros?). La diferencia es que no se traumatizaría en esa misma fecha allá por los 8 años de edad, al saber que ha estado creyendo a pies juntillas algo que era mentira y, lo que es peor, que los que le han estado mintiendo sin piedad han sido sus propios padres, esos que se supone que le protegen y que, en ningún caso, van a ser complices en algo que le vaya a hacer daño. Eso es lo que poca gente ve: el daño posterior. Y no lo ven porque a ellos les han hecho lo mismo, también han descubierto de golpe, que no se puede confiar siempre en los padres, sólo casi siempre. Qué putada ¿no?

Para los que leáis esto: intentad ser objetivos, veréis que no me falta razón, y que estaréis más o menos de acuerdo dependiendo si os dolió más o menos descubrir la verdad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante tu punto de vista.

Sin embargo, creo que hay un matiz (importantísimo) que has olvidado al hablar de Papa Noel o de los Reyes: lo que el niño valora, lo que realmente le hace pasarse la noche en vela nervioso como nunca en su vida, aparte del hecho de recibir los regalos, es saber que su casa va a ser visitada por un personaje (o personajes) tan absolutamente mágicos y entrañables como son Papa Noel y los Reyes. Es algo que, como tantas otras cosas, no se pueden explicar y hay que vivirlas para poder saber lo que se siente.

Luego, cuando descubres la verdad, sigues recibiendo los regalos, pero ese "algo" misterioso y mágico desaparece. En mi opinión, hacer sentirse así a un niño de pocos años no tiene nada de malo, sino todo lo contrario: tiempo tendrá de descubrir por sí mismo las verdades y problemas de la vida, y por supuesto de valorar el enorme esfuerzo que han hecho tus padres durante todo ese tiempo en el que viviste sumido en la ingenuidad :)

Love u.

Sergio.