miércoles, 1 de diciembre de 2004

Escribir cada día

Empecé este experimento con mucho ímpetu, escribiendo todos los días, bueno, en realidad sólo tres días seguidos, y ya lo estoy abandonando. La constancia no se hizo para mí, está claro.

Exactamente no sé qué es lo que me impide escribir a diario, desde luego no es la falta de pensamientos, de eso me sobra. Es quizá que me obsesiona pensar que todo lo que se escribe debería ser digno de leerse. Es así como llega a cabrearme que un futbolista de veintiun años escriba una "Memorias", o lo haga el último pipiolo que se ha ligado una de nuestras viejas glorias de la copla. No soporto la idea de ver al lado de La Casa de Bernarda Alba un libro cualquiera firmado por Dinio, no puedo, es algo que rechazo incluso físicamente. Y claro, por eso mismo, la mayor parte de los días no considero mis escritos lo suficientemente dignos como para que otro ser humano pierda quince minutos corroborándolo.

Quizá sea cierto que tengo un superego un pelín subidito y exijo demasiado, no sé, pero vamos a analizar lo siguiente. Para la fabricación de un libro, por ejemplo las memorias esas de Raúl, calculo que seguramente será un libro de unas doscientas cincuenta páginas del que, teniendo en cuenta que es un personaje muy famoso, se habrán impreso unos cinco mil ejemplares. Eso hacen un millon doscientas cincuenta mil páginas. Eso se puede imprimir en un sólo día y encuadernar en un par de ellos. En la editorial habrá habido un santo que lo lea, un esclavo que lo mecanografíe, y un pobre filólogo que lo corrija. Habrán molestado a un diseñador para que les haga una cubierta que no creo que le haya llevado más de tres horas. Y como el autor tiene detrás una casa muy grande, imagino que lo habrán distribuido por toda nuestra geografía.

¿A dónde quiero llegar? El deseo de notoriedad de un niñato millonario ha provocado la tala de no menos de cincuenta árboles para el papel de sus cinco mil libros; habrán presionado a un editor a que abandone la publicación de la obra de un nuevo talento, para sacar dinerito rico con el "crack" del fútbol; a que en las estanterías de las librerías, se desplacen más hacia el fondo otros libros posiblemente mejores, por la llegada de este nuevo. En definitiva, un incalculable gasto de medios materiales y humanos por unas memorias que a los veintiun años, posiblemente no pasaran del chismorreo.

Sé que esto, no sólo parece radical sino que lo es, y no me avergüenza reconocerlo. En mi defensa diré que no me exijo menos a mí misma, sino mucho más. En mi opinión deberían escribir aquellas persona que, o bien tienen algo interesante que compartir con los demás, o bien su forma de escribir ya produce satisfacción en quien los lee. Todo lo demás me parece el placer solitario del que no quiere hablar, sino que quiere que lo escuchen; no quiere escribir, sino que quiere que lo lean.

Mi único pesar es que sé que yo no perteneco a ninguno de esos dos tipos de escritores, y me conformo con molestar a tan sólo media docena de personas con mis escritos, siendo estos daños personales los únicos que causa mi presunción.

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