
Lo que ya no merece la pena es llevarte esos inconvenientes pero ninguna de sus ventajas.
Mi nuevo trabajo está en una zona del centro a la que puedes llegar de varias maneras, y he estado ensayando cuál es la más rápida y cómoda. La desilusión ha venido cuando me he dado cuenta de que no hay ningún camino que sea ni rápido ni cómodo. No es rápido porque tengo que dejar pasar cuatro trenes para conseguir entrar en el quinto; si voy en bus sólo tengo que dejar pasar dos, y si voy en metro tengo que hacer varios transbordos. No es cómodo porque una vez que abandono el tren que me saca de Móstoles, cualquier otro medio por el que me decida me va a suponer ir clavándome todos los codos que me rodeen, más los libros, bolsos y tarteras, e iré oliendo a sudores ajenos y alientos extraños.
Entonces ya me parece caro el dinero que pago por el abono transporte, porque claro, resulta que el precio es el mismo, tanto si vas cómodo y sentado, como si te vas comiendo la chepa de tu vecino. Así que ya que el transporte público ahora mismo está en estas circunstancias de forma permanente, deberían poner un precio distinto dependiendo de la hora en la que te muevas. A ver ¿es usted de los de hora punta al centro? Pues nada, le cobramos una tercera parte para cubrir los gastos de combustible y el papel que cuesta el billete.
Me hace gracia cuando promueven los típicos días "sin coches", esos en los que vas, coges el coche y pareces una mala persona. Pues no soy una mala persona, a lo mejor es que considero injusto tener que salir de mi casa a las 7:15 para entrar a trabajar a las 9, y haber recorrido solamente 25 kilómetros. A lo mejor me parece un abuso que tenga que contagiarme todos los virus del catarro y refriado, más algún que otro herpes u hongos por tener que estar tan físicamente pegada a otras personas, que casi se podría decir que vamos "mezclados". A lo mejor es que quiero que los servicios públicos sean lo mejor y no siempre e irremediablemente lo peor. Reconozco que tal y como están las cosas, si pudiera usaría el coche a diario, más que nada porque la alternativa me agota, me enferma y a menudo me hace llegar tarde. Ya es bastante duro soportar los horarios maratonianos que solemos tener, añadirles las 3 horitas y pico diarias para ir y venir, para encima padecer un calvario durante el viaje.
Pero ¿sabes lo que pasa? Que ni los alcaldes ni los concejales van en metro, bus o tren. Van en un cochazo oficial chulísimo que les pagamos los gilipollas que hacemos de sardinillas en conserva dos veces al día. Siguen el principio de "haz lo que digo y no lo que hago" que tanto les gusta a nuestro politiquillos, aunque seguramente ellos vayan en coche porque el suyo no ensucia y no genera atascos, además de que no tendrán que dejarse un dineral en parquímetro porque tendrán todos sus respectivas plazas de aparcamiento debidamente asignadas. Qué majetes, qué bien me caen.
¿Recordáis a Olof Palme? Iba a trabajar en bicicleta.
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